lunes, 20 de mayo de 2013

cumpleaños

Hoy es mi cumpleaños número veintisiete. Lo escribo en letras porque el número me tortura por las noches desde hace meses, por exagerado y por casi treinta. 

Suena el despertador a las 7:30. Me levanto despacito porque no quiero despertar a mi prima Martina que todavía duerme en la cama de al lado. Martina estudia medicina y cumple jornada laboral. Se levanta a las 8:00, desayuna liviano y se sienta a estudiar con el mate. Lee, subraya, resume y murmura durante la misma cantidad de horas que yo ocupo en trabajar. El resto del tiempo cursa en la Facultad. Duerme, come y se baña por fuera de las horas del día. 

Me ducho rápido. Pienso en la ansiedad que me provoca saber que hasta mediodía no voy a recibir saludos de cumpleaños: no uso celular y tengo que pasar la mañana haciendo trámites en el centro. Pienso que ojalá Eugenia no se ponga mala onda para atender el teléfono y me pase los mensajes por mail. Eugenia es mi amiga y compañera de trabajo, pero a veces se cree que es jefa porque es diseñadora, aunque las dos respondemos a la misma jefa: Cristina. Como yo soy aspirante a contadora y hago más de secretaria que otra cosa, Eugenia cree que me puede mandonear. Es una de esas personas que dirigen todo, hasta el recorrido del taxista, mientras que yo doy la coordenada del destino final y me entrego a escuchar la radio recostada en el asiento. 

Salgo del baño en puntas de pie. Entro al cuarto de Alfonso a buscar mi ropa, maldiciendo mi olvido de la noche anterior, no porque vaya a despertar a mi primo que tiene el sueño bastante pesado, sino porque no tengo tiempo ni luz suficiente para elegir lo que me quiero poner, justo hoy que es mi cumpleaños. 

A las 8:30 dejo el departamento de la calle Quirno Costa y me voy a tomar el subte a Pueyrredón y Santa Fe con un solo feliz cumpleaños en mi haber: de Martina, desde la cafetera, sin cambiarse el pijama y sin lavarse la cara. Martina es la única persona que conozco que es linda desde que se despierta, con los ojos semi-abiertos, la cara con marcas de almohada y el pelo en cualquier lugar. 

Voy por la calle y quiero decirle hoy-es-mi-cumpleaños a cada persona que me cruzo, pero me parece ingrato que me saluden extraños antes que mi mamá y mis amigas. Me distraigo haciendo colas en dos bancos de Florida y Diagonal Norte, hago un depósito por cajero, voy a la sede Central de MOVICOM de Corrientes al 600 a reclamar una factura mal cobrada y busco un cheque en el Edificio República de Tucumán y Bouchard. Termino y camino para volver a la estación Catedral. Veo gente amontonada en la vidriera de Frávega en Corrientes al 700. Pienso qué raro fútbol a esta hora y sigo caminando. En Florida al 300 me meto en un bar para ir al baño. A las chicas siempre nos dejan pasar al baño, el secreto es pedir permiso con cara de soy-mujer-y-tengo-días-femeninos. El mozo no me escucha, el de atrás de la barra tampoco. Pienso que me falló la regla y que si fueran mujer entenderían. Todos miran el televisor. Me impaciento. Señor es mi cumpleaños y necesito pasar al baño, le digo pero sigue sin escucharme. Miro el televisor. Están embobados con una película de apocalipsis a las once de la mañana mientras yo necesito un baño ya, ahora, no aguanto más. Voy sin permiso. 

Salgo. El grupo de fanáticos frente al televisor se multiplicó. Vuelvo a ver la misma imagen de antes de entrar al baño, me doy cuenta de que es un loop que combina dos imágenes: un avión se incrusta en una de las torres gemelas, primer derrumbe; otro avión se incrusta en la otra torre gemela, segundo derrumbe. No es una película ni un sueño: un grupo de locos kamikazes estrelló dos aviones en el centro de Manhattan, el Empire State volvió a ser la Torre más alta de la Gran Manzana, y a la taza que le regalé a mi mamá cuando tenía catorce le sobran dos rascacielos. 

Me cago en el fundamentalismo religioso y en George Bush que se busca enemigos en el Medio Oriente para inventar guerras y afanar petróleo. Me recago en los acontecimientos históricos. ¿11 de Septiembre tenía que ser? No era suficiente haber venido al mundo el día que Pinochet volteó a Salvador Allende, o que Sarmiento respiró por última vez. Hoy cambió el mundo nena, me dice el mozo cuando le pregunto qué pasó. 

Llego a Núñez a mediodía. Mi oficina está adornada con guirnaldas y serpentinas de papel borrador. Lo bueno de la gente creativa es que vive en un limbo de irrealidad y hace intervenciones todo el tiempo, con todo lo que encuentra. Eugenia me da un papelito con una lista de llamados y un regalo en una bolsa de Towers. Te llamó Cristina, dijo que cruces a la casa, que se siente mal para venir pero que te quiere saludar. Le digo que sí con la cabeza mientras chusmeo la bolsita. Me avergüenzo del apuro, me siento como cuando tenía cinco y recibía a los invitados con la mano estirada para que me dieran el regalo. Abro el paquete, es un disco de un tal Paul Blanc, piano instrumental. Le digo gracias sin mucho entusiasmo. Se da cuenta de que no me gusta. Me pincha como le gusta pincharme desde que descubrió que no soy tan mansa como parezco. Eugenia es la única persona que me hace saltar y lo sabe, también se aprovecha. Estás en babia, ¿qué haces con la radio apagada?, unos locos explotaron las Torres Gemelas y me cagaron el cumpleaños y todo el drama personal del número veintisiete. Me mira divertida y larga una carcajada insufrible. Me hago la distraída y busco un ticket de cambio adentro de la bolsita de Towers; no lo encuentro. 

Llama mi mamá y me dice feliz cumpleaños antes de mencionar cualquier referencia de actualidad porque me conoce; sabe perfectamente que para mí el cumpleaños es un contabilizador de amor, es el día de prueba: si te acordás, me querés; si no te acordás, no. Igual le despotrico porque me doy cuenta que se está aguantando los comentarios de actualidad que están a pedir de boca, y porque es mi mamá y si no me descargo con ella entonces con quién. Bueno hija no seas egoísta, pensá que hay muchas víctimas y gente que lo está pasando mal de verdad. Claro, pienso, otra vez la alusión velada, la insinuación de hija trastornada que encuentra problemas donde no los hay: hay gente que sufre de verdad. Sí, puede ser que en el norte del mundo haya gente con problemas vitales mamá, pero me rompe las pelotas que el forro suicida no haya podido esperar un día más, ya tenemos suficientes efemérides el 11 de septiembre ¿no te parece? Ah, feliz día del maestro. Chau. 

Corto y me siento mala hija como el noventa y cinco por ciento de las veces que termino de hablar con mi mamá. La llamo y le pido perdón como el cien por ciento de las veces que termino de hablar con mi mamá sintiéndome mala hija. 

Pongo un cd en el equipo de música para evitar prender la radio. Eugenia viene a decirme que es una irresponsabilidad de mi parte no prender la radio, que tenemos que estar informadas de lo que pasa. La miro con incredulidad y odio y me prometo no caer en la provocación. Le digo que haga click en un ícono que tiene una e minúscula azul de explorer y escriba www.lanacion.com.ar si tiene ganas de informarse. La radio es el único objeto del estudio de mi jurisdicción y lo defiendo a capa y espada. Los creativos se creen los dueños del mundo. 

Paso las cinco horas siguientes trabajando y atendiendo algunos llamados de cumpleaños que empiezo a querer dejar de atender, no soporto las alusiones al monotema. Quiero decirles que se guarden las frases obvias del tipo ¡Qué día te vino a tocar eh! ¿Viste qué quilombo? ¿Qué irá a pasar ahora? Quiero decirles que no sé y que no me importa, que para hablar de política internacional se busquen otro interlocutor. La explosión de las Torres es más popular que el clima, el tránsito y la crisis económica de turno. Cada quince minutos hago click en actualizar la bandeja de entradas de Hotmail esperando recibir un mensaje que no recibo. En todos los que sí recibo se menciona el evento del día y, presumiblemente, del siglo. 

A las seis en punto me despido de Eugenia y me voy a lo de Cristina para que me diga feliz cumpleaños. A los jefes hay que obedecerlos. Antes le digo que la espero en casa, que no se vaya muy tarde. Siempre nos vamos tarde del estudio, tenemos problemas de límites y adicción al trabajo. 

Llego a Quirno Costa pasadas las siete. Martina sigue en su jornada de estudio. La imagino sentada en la misma posición desde las 8:35. Puedo imaginarla porque yo hacía lo mismo cuando estudiaba Sistemas en la UTN ocho años atrás. La gente de virgo se caracteriza por la constancia y la fuerza de voluntad. Voy a la cocina y veo una torta con baño de chocolate y decoración de rocklets. Me vuelvo al comedor y digo gracias Marti bastante emocionada, porque ella no es muy demostrativa de decir pero sí de hacer. Me pregunta si necesito algo más, si quiere que vaya al Coto a comprar cervezas y coca-cola. Le digo que no se preocupe, que voy yo, que las chicas llegan tipo ocho. Alfonso sale del cuarto, me dice feliz cumpleaños y me dice que va él, que yo me quede. Mis primos son las únicas personas que le dan más importancia a mi cumpleaños que al evento del día, presumiblemente, del siglo. Pienso que ellos también saben que le pongo demasiada carga a cumplir años. Les agradezco con el pensamiento. 

Más tarde vienen Marina, Corina, Eugenia y Carolina. Tomamos mate, cerveza y coca-cola. Evitamos tocar el monotema. De fondo suena el disco de piano instrumental de Paul Blanc, es más deprimente de lo que imaginaba. Llama mi tío Luis desde su residencia venezolana y me dice que estamos presenciando un hito histórico. Le contesto de mala gana e insiste. ¡Hoy cambió el mundo nena!, se envalentona para hacerme entrar en razón. Le digo que no es original, que el mozo de un bar de Florida al 300 me dijo las mismas palabras hoy a la mañana. Agradezco el llamado y corto prometiendo escribirle pronto. 

Voy a la mesita del equipo de música y lo apago, después prendo el televisor. Subo el volumen. Paso los canales; todos muestran el evento del día, presumiblemente, del siglo. Les digo que basta de disimular, que les agradezco la atención pero que no me gusta hablar boludeces cuando veo lenguas que se atragantan por hablar de lo que necesitan hablar. Suelten las palabras nomás, el año que viene me desquito, y aunque al mundo se le ocurra acumular una efeméride nueva, el 11 de septiembre va a haber fiesta. 





Luciana Cáncer. 

Mayo 2013.

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