martes, 30 de agosto de 2011

elogio compartido

Se habían visto tres o cuatro veces en total cuando esa noche de año nuevo volvieron a cruzarse después de varios meses.
Ella iba con pantalón negro muy ceñido que acentuaba su cuerpo longuilíneo, musculosa azul francia y sandalias de taco alto. Él, todo de negro y piel blanca. En mitad de la fiesta, en el antro de siempre, se sorprendieron mirándose, se dedicaron un "Feliz año" y su respectivo "Gracias, igualmente" a plena sonrisa, pero siguieron como si cada uno fuera por su lado y se separaron. Así, como si no quisieran quedarse juntos, como si no se gustaran, como si apenas fueran dos casi extraños, esa extrañez que había dejado de ser tal en las tres o cuatro veces que se habían visto ya.
Un rato más tarde y en otro lugar del mismo antro, ella chocó su copa con un amigo y, al saludarlo, lo volvió a ver mirándola, escrutándola, atravesándola. Se acercó a él y lo miró con ojos de gato, lo eclipsó, lo acorraló. Brindaron y él se apartó para escuchar a otro que se arrimó a decirle algo al oído. Cuando volvió la vista, ella lo miró inquisitiva:
- Me dijo que sos linda.
- ¿Eso te dijo?
- Sí, es un elogio compatido. ¿Nos vamos de acá?
Esa mezcla de timidez e irreverencia era su marca, era lo que ella adoraba de él.

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