domingo, 11 de noviembre de 2012

el amor, segunda parte

Es viernes 9 de noviembre.
Estoy contenta. A mediodía
corto el trabajo para ir a Lobos
al cumpleaños de mi sobrina.
Diluvia en Buenos Aires.
Se inundan Saavedra, Coghlan
y Belgrano.
El remís que tengo pedido no
puede venir a buscarme
(la señorita me dice que la agencia
está inundada. Odio a la señorita).
Los radiotaxis no atienden.
Ya no soy feliz.
Tengo ganas de matar y
angustia.
Necesito cruzar la capital
inundada en menos de una hora.
Una vez más sufro por no haber
nacido en la era de la
teletransportación.
Mi compañero me hace chistes
(quiere descontracturar
mi mal humor),
le digo que lo odio.
(descargo mi ira con él).
Insiste.
Me dice, conciliador,
si no tengo a nadie que
me pueda venir a buscar.
Me indigno.
Le digo "¡¿quién me va a venir
a buscar al orto del mundo?!".
Dramatizo:
"¡Soy sola!".
Cierro el informe semanal:
"y muchas cosas más pero
si no me voy ahora no voy
a llegar porque el remís no
viene por la lluvia."
(me abstuve de agregar
"quiero llorar".)
Me voy con un portazo
dedicado a los chistes poco-tacto
de mi compañero a quien
sigo odiando.
Salgo a la lluvia con vestido,
sandalias y ninguna campera.
Camino 5 cuadras hasta una
parada de colectivo.
Me pongo una chalina en la
cabeza con ilusión de
impermeable.
Subo al 67.
Fluye.
Belgrano no está inundado.
Fluye.
Atraso la combi una hora.
Fluye.
Medio me tranquilizo y
me siento basura por descargar
mi ira con mi compañero
que es el más bueno del mundo.
Le aviso por mensaje de texto
cómo va todo.
Me contesta buena onda
porque es el más bueno del mundo.
Bajo en el corazón de Recoleta
con veredas de baldosas grandes,
lisas y resbalosas.
Me saco las sandalias.
Camino 5 cuadras en patas,
con juanete en pie ezquierdo,
chalina no impermeable en la cabeza,
sandalias en la mano
y baño de lluvia sobre mí.
Pienso que si lo cuento
no me creen.
Entro a mi casa.
Pongo el disco nuevo de
Seba Ibarra que suena sin parar
desde el miércoles a la noche.
Me quiero transportar al país del
optimismo pero no quiero contar
los pollos antes de nacer.
Me baño.
Canto en la ducha con
Seba Ibarra.
Salgo casi definitivamente
optimista.
Seco la ropa mojada con el
secador de pelo.
Me alisto.
Apago la música hermosa y
vuelvo a salir a la lluvia
(esta vez con piloto).
Un taxi da la vuelta en
Rodríquez Peña cuando estoy
saliendo a la vereda.
Pienso que la suerte se está
poniendo de mi lado.
Llego a Lobos Bus con media
hora de anticipación.
Le escribo a mi compañero las
novedades y los perdones en
tono de chiste.
Su respuesta me reconfirma
que es el más bueno del mundo.
No quiero ponerme del todo
feliz; pienso en mil imprevistos
posibles para evitar instalarme
en la comodidad del optimismo.
Leo.
Termino Dulce compañía
de Laura Restrepo y empiezo
Los días de la noche
de Silvina Ocampo.
No quiero respirar fuerte
para no atraer calamidades.
Llego. Mi hermano me está
esperando.
Amo a mi hermano.
Llegamos al salón de la fiesta
de mi sobrina.
Sigo aturdida.
Un abrazo enorme de unos
bracitos mínimos me despierta.
Rebobino en mi mente y veo a
mi sobrino de dos años
venir corriendo a abrazarme.
Me abandono.
Me acomodo.
Me relajo.
Me entrego.
Pienso otra vez que
ser tía es más lindo
que el sol.

No hay comentarios:

Publicar un comentario