domingo, 18 de noviembre de 2012

eugenia alicia (o jennifer del estero)

Eugenia Alicia es su nombre.
Cuando nos conocimos yo
solía tener conductas de vegetal;
siempre y cuando los vegetales
vivan en estado de anestesia total.
Un día me invitó a pasar el
fin de semana en su departamento
de la calle Billinghurst,
"podés ocupar el cuarto
más lindo de la casa" dijo;
y fui ese fin de semana y
todos los que siguieron.
Me enseñó a escuchar
los himnos del Indio Solari,
los rockandrolles de los
Stones y de Los Piojos,
las poesías de Joaquín y
la magia de Charly.
Nos hipnotizamos frente
al televisor la mañana que
murió Lady Diana, y lloramos.
Otro día me dijo que
nos mudáramos juntas,
entonces nos fuimos a vivir
a un departamento en la calle
Aráoz.
Una vez por semana,
asistimos a un ritual de nombre
Agrandadytos y nos morimos
de ternura cuando un precoz
mago Lalo se sorprendió de su
propia magia al grito de "¡Un pájaro!"
ante la aparición de una paloma
blanca debajo de su galera.
Una noche de sábado decidimos
incursionar en la noche de
San Telmo: entramos en un
subsuelo tugurioso lleno de
hombres, tomamos cerveza en
vaso plástico de cumpleaños
y sembramos una ola de carcajadas
cuando la mejor actriz de la ciudad
recreó a una fan de Ricky Martin
vociferando una y otra vez
"¡Qué lindo tema Ricky!"
estirando mucho la última y.
Un viernes de julio, nos
pusimos todo y fuimos a
La Trastienda a ver a los
Kuryakis. Yo miré y bailé
desde el costado derecho,
ella, whisky en mano, me
dijo  "voy adelante de todo
para que me vea Emmanuel";
una hora más tarde volvió
feliz, sin aire y transpirada.
La noche terminó en el baño
del Café Tortoni con su
promesa de no volver a tomar
whisky nacional.
Desde entonces yo fui
Hermoza from Heaven y
ella Jennifer del Estero.
En cuatro años, Aráoz nos
desgastó. Me fui de viaje.
Cuando volví me amenazó de
muerte; "te voy a tirar por el
balcón" me dijo con ojos
de fiera, y le creí.
En 30 minutos estaba en la
casa de mi prima con toda
mi ropa, mis libros y mis discos.
Dos años después ella y su
novio me socorrieron de un
grave estado de ebriedad en
el casamiento de una amiga.
En ese acto zanjamos diferencias
para siempre jamás.
El mismo novio de entonces
me invitó sorpresa al back
de Dante Spinetta en Niceto.
Ella arrancó un póster de la
pared y tocó la mochila de
Ricardo Mollo. "Nunca más"
dijo él.
Volvimos a las andadas.
Nos reímos en el carnaval
de La Pedrera bailando
al son del caminante lunar
con un oso panda y un oso
marrón. (Esa noche se
enamoró de un chico por
sus pestañas).
Nos hicimos fans de Max
Capote en un bar de La Paloma,
con baileys, corridas de
colectivo, fotos y videos.
Fuimos mucho al cine,
sufrimos como nunca con
la vida de Edith Piaf y
alabamos con fervor cada
estreno de Pedro Almodóvar.
Nos enrolamos en el
club de fans de Calle 13
una tarde de otoño en GEBA
mientras René Residente
nos presentaba su torso
tatuado y su lengua indómita.
Se hizo bailaora y me llevó
a conocer tablados y gitanos.
Me enamoré de un cantaor
con ojos hondos y turcos de
nombre Geromo y de apellido
Amador (él no lo sabe,
nunca le hablé, sólo lo miré
fuerte cada vez que lo vi).
Me invitó a ser amiga de
cada una de sus amigas
porque es generosa y
sabe compartir.
Fuimos a Colombia en un
vuelo de Avianca con
valijas enormes, cámaras
de fotos y emoción.
Recorrimos Bogotá con
un paraguas amarillo, compró
medio Zara y me sacó fotos
de book.
Conocimos la gloria:
la gloria se llama Andrés
carne de res y vive en Chía;
bajo una lluvia de corazones
rojos de papel barrilete le
exigió una foto a su actor
preferido mientras mi dedo
temblaba apoyado en el
botón de disparar.
Fuimos a una isla del caribe
con hotel de pulserita, turistas
felices y nativos tristes.
Pidió un cambio de habitación
por ruidos molestos, nos
mudamos. Hicimos una
excursión en una lancha
precaria de nombre Stefány.
A la hora de volver, se peleó
con un hombre de dos metros
por uno como si fueran, ella y él,
del mismo tamaño. A bordo,
inquirió al lanchero que fuera
con cuidado porque "¡acá
viaja una familia señor!", mientras
se agarraba de mi brazo flaco
buscando protección. Nos
hicimos amigas de un taxista
que nos llevó de compras al
centro bajo su desesperada
consigna de "¡¿Dónde hay
perfumes!?" Compró 4 ó 5
botellitas. En el hotel entró
en pánico cuando se probó
un carísimo Jean Paul Gaultier
con olor a vencido y color
de pis denso. Entonces salió
con el taxista amigo a cambiarlo
y volvió con cara de haber
recuperado el sentido de
la vida. Volamos desde
San Andrés a Bogotá en
primera clase por puro
culo. Ella se acomodó en
el rol de ejecutiva y exigió
que cierren la cortinita y
whisky para tomar.
Ahora es una nueva rubia y
su cuerpo sigue teniendo la
cualidad de muy abrazable.
Hace un año y un poco más
se enamoró de un hombre.
Se casará el 30 de noviembre.
Seré testigo de su boda y
madrina de alguno de sus hijos.
Eugenia Alicia es el nombre
de mi quinta hermana.
No nacimos de la misma
madre, mucho menos del
mismo padre; nos encontramos.





4 comentarios:

  1. "En el hotel entró
    en pánico cuando se probó
    un carísimo Jean Paul Gaultier
    con olor a vencido y color
    de pis denso"

    SUPREMO!

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    Respuestas
    1. fue muy divertido el momento, nos probamos 4 veces cada una en cada lugar sensible de la piel, por momentos decíamos bueno es fuerte, hasta que no quedaron dudas: está vencido.

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  2. ¡aca viaja una familia, señor!
    jajaja
    te juro que las veo, las veo en cada anécdota

    ¡como la queremos a eugenia alicia!

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